Han transcurrido 80 años desde el emocionante grito de «nunca más» que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial. Este conflicto, que dejó más de 50 millones de muertos y innumerables atrocidades, llevó a la comunidad internacional a reflexionar sobre la necesidad de construir un mundo pacífico y cooperativo. La rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 en Reims, seguida por la celebración del Día de la Victoria, simboliza no solo el fin de un régimen opresor, sino también el inicio de un nuevo orden mundial. La creación de la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 fueron algunos de los frutos de esta reconstrucción, evidenciando un compromiso renovado para proteger los derechos fundamentales.
Sin embargo, la memoria del conflicto se encuentra nuevamente en peligro ante el resurgir de las hostilidades globales. La invasión rusa a Ucrania y el conflicto en Gaza han reavivado tensiones bélicas en Europa y Oriente Medio, mientras que otros puntos críticos como India y Pakistán muestran signos de inestabilidad. Las violaciones a los derechos humanos persisten en múltiples regiones y el auge de discursos de odio y nacionalismos extremos pone en jaque los ideales por los que tanto se luchó. En este contexto complejo, la invitación a la reflexión sobre las lecciones del pasado se vuelve más urgente que nunca.
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