El Cónclave para elegir al nuevo Papa comenzó en un día gris y lluvioso en Roma, el 12 de marzo de 2013, cuando 115 cardenales electores se reunieron en la Capilla Sixtina. Bajo la silhouette de los frescos de Miguel Ángel, los purpurados repetían la solemne letanía «ora pro nobis» mientras se preparaban para un ritual que decidiera el futuro de la Iglesia, un proceso marcado por tensiones internas y competencia entre los candidatos más relevantes. El cardenal Angelo Sodano subrayó en la misa inaugural la necesidad de encontrar un «buen pastor», lo que condicionó las deliberaciones de un Cónclave que prometía ser breve, dado el deseo palpable de cambio en la jerarquía católica.
A medida que las votaciones avanzaban, los resultados reflejaban una clara división entre los apoyos a Angelo Scola, el italiano que parecía el favorito, y Jorge Mario Bergoglio, el cardenal argentino que logró ganar terreno inesperadamente. La agitación creció en la quinta votación, cuando Bergoglio superó a sus rivales en un ambiente de incertidumbre, convirtiéndose finalmente en el 266º Papa de la historia y el primero de América Latina, adoptando el nombre de Francisco. En su discurso a una Plaza de San Pedro rebosante de fieles, mostró humildad al pedir que rezaran por él, un gesto reflejo de su papado centrado en la pobreza y el retorno a lo esencial del cristianismo.
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