La decimocuarta de feria en Madrid se caracterizó por un «mano a mano» entre los toreros Juan Ortega y Pablo Aguado, cuyas actuaciones fueron desiguales, reflejando un claro contraste en el engranaje del toreo. Con cinco toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq, que fueron pitados por su escasa casta y presencia, la tarde se tornó tensa. Ortega, en varias ocasiones, no logró conectar con el público, acumulando silencios y pitos, mientras que Aguado, tras varios pinchazos, se alzó como el más destacado de la jornada, logrando una oreja gracias a una faena bien ejecutada con el toro de Torrealta, que contrastó con el desdén general hacia los previos.
A pesar del lleno en la plaza y el ambiente soleado, la actuación de los toreros generó una división palpable entre el público, que no escatimó en protestas. Lo que comenzó como un prometedor desafío entre dos talentos sevillanos se tornó en una serie de desencuentros y críticas hacia la ganadería, especialmente hacia los primeros toros, acusados de falta de fuerza. El final de la tarde, sin embargo, rescató el sentido del espectáculo con un momento de gloria para Aguado, quien, a pesar de la confusión en el tendido respecto a la ganadería del último toro, supo cerrar la jornada con una estocada sobresaliente que le valió el reconocimiento del público.
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