La decimoquinta de la feria de Madrid se llevó a cabo con una complicada corrida de toros de la ganadería Fuente Ymbro que desafiaron a los matadores en una tarde marcada por su imponente presencia y un comportamiento defensivo. Con una entrada llena, el público observó cómo Curro Díaz, Román y Diego San Román lidiaron con valentía toros cargados de casta, destacando el quinto, más asequible, que dejó destellos de calidad. Sin embargo, el sexto toro presentó un formidable desafío, con una figura formidable que complicó la tarea de los toreros. A pesar de las dificultades, se logró completar la lidia con esfuerzo notable, aunque los resultados fueron variados, desde el silencio hasta algunas palmas.
Los toros de este día, notoriamente altos y con una cornamenta imponente, reflejaron el «genio» propio de la tauromaquia, una dualidad entre el arte del torero y la astucia del toro. En este contexto, Curro Díaz demostró una profundidad artística admirable, mientras que Román se destacó por su entrega y habilidad. No obstante, fue Diego San Román, un joven mexicano que buscaba confirmar su alternativa, quien dejó una fuerte impresión y mereció más reconocimiento del que recibió. Su actuación evidenció un gran valor y un tratamiento innovador en el manejo del capote y la muleta, dejando abierta la posibilidad de un futuro destacado en la temporada española.
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