Entre el Ludibrio y el Esperpento: La Comedia de la Desilusión


La vigésimo sexta corrida de la feria en Madrid se desarrolló con un ambiente caluroso y una plaza casi llena, pero dejó una sensación de desilusión tanto por la presentación de los toros como por el espectáculo ofrecido. Solo el primer toro, de Adolfo Martín, destacó por su seriedad y presencia, mientras que el resto mostraron poco interés, siendo el cuarto un claro ejemplo, ya que se congestionó en el ruedo y tuvo que ser apuntillado. La actuación de los toreros fue desigual; Antonio Ferrera y Fernando Robleño lograron demostrar su valentía, pero Manuel Escribano se vio atrapado entre animales poco propicios para una lidia digna. A pesar de que Robleño se despidió de manera emotiva tras veinticinco años de alternativa, su jornada culminó con una vuelta al ruedo, pero sin astas en sus manos.

El festival estuvo marcado además por la presencia de un sobrero manso, cuya lidia provocó risas poco apropiadas entre un sector del público, mostrando la desconexión que existía entre la afición y la seriedad que debe presidir estos eventos. A pesar de algunos momentos de entrega, como los lances y banderillas de Escribano, el espectáculo en general se vio empañado por la falta de una buena materia prima en el ganado. Si bien hubo destellos de maestría individual, el conjunto pasó sin pena ni gloria, dejando un vacío en una tarde que prometía mucho más. Con la salida de Fernando Robleño, la corrida se cierra en un ambiente de melancolía, pero también con la expectativa de nuevas figuras que podrían surgir en el futuro.

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