La generación Z, compuesta por jóvenes nacidos entre 1997 y 2010, enfrenta un panorama laboral marcado por la incertidumbre y la precariedad. Muchos de estos jóvenes están optando por lo que se conoce como «microjubilaciones», un concepto recuperado del libro «La semana laboral de 4 horas» de Timothy Ferriss. Este fenómeno se ha vuelto una manera de buscar un respiro en un entorno laboral adverso, donde las expectativas de alcanzar estabilidad se ven frustradas por salarios bajos y falta de oportunidades. Como resultado, estos jóvenes eligen priorizar experiencias y bienestar personal en lugar de seguir el camino tradicional hacia la seguridad financiera.
Especialistas como la psicóloga Valeria Sabater señalan que esta tendencia responde a un mecanismo de supervivencia frente a las presiones emocionales de un mercado laboral que no les proporciona las certidumbres de generaciones anteriores. Los jóvenes comparten el sentimiento de que su esfuerzo no se traduce en una vida plena, llevando a replantear sus prioridades y ambiciones. Mientras algunos critican esta forma de vida como irresponsable, muchos expertos argumentan que refleja la adaptación a un sistema cada vez más roto. Así, la «microjubilación» no solo representa un descanso del trabajo, sino un desafío a las normas de una cultura laboral en crisis.
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