En lo profundo del Ártico, el Banco Mundial de Semillas de Svalbard se erige como un bastión silencioso que custodia el futuro agrícola del planeta. Esta bóveda, conocida como «el fin del mundo», alberga más de 1,2 millones de especies de semillas de casi todos los países, representando un seguro vital para la diversidad genética de los cultivos ante potenciales catástrofes. Inaugurado en 2008 con una inversión de más de siete millones de dólares, este complejo de tres plantas y 1.000 metros cuadrados fue construido a unos 1.300 kilómetros del Polo Norte, aprovechando la estabilidad geológica de la zona y su permafrost natural. Con una temperatura interior constante de -18 grados, el banco asegura la conservación a largo plazo de semillas esenciales como el trigo, la soja y diversas hortalizas.
Aunque su función es de almacenamiento pasivo, el Banco de Svalbard jugó un papel crucial durante la guerra de Siria en 2015, cuando se realizó el primer retiro de emergencia. Siria solicitó 100.000 simientes para replantar cultivos devastados por el conflicto. Más de 100 países contribuyen con semillas en este almacén, que Noruega gestiona meticulosamente, habiendo implementado recientemente mejoras como un nuevo túnel y un sistema de energía de respaldo. Pese a que el acceso físico es restringido, el público puede explorar virtualmente este santuario, un testimonio silencioso de los esfuerzos por salvaguardar la biodiversidad agrícola mundial frente a inclemencias futuras.
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