Cada vez más viajeros buscan disfrutar de sus vacaciones de forma sostenible, preocupados por no dañar el planeta. Según Asier Divasson, investigador de la Universidad de Deusto, el turismo contribuye con el nueve por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pero esto no significa que debamos dejar de viajar. Se trata de repensar cómo lo hacemos: manteniendo hábitos de reciclaje en el destino, fomentando el consumo responsable y optando por un turismo más lento y cercano. No es necesario recorrer grandes distancias para desconectar; un fin de semana cerca de casa puede proporcionar el mismo descanso sin el impacto ambiental negativo.

El slow travel, o viaje lento, emerge como una alternativa que prioriza la calidad sobre la cantidad. Esta modalidad permite disfrutar del trayecto y las paradas, no solo del destino final, con el tren como medio de transporte sostenible por excelencia. Sin embargo, cuando volar es imprescindible, se recomienda prolongar la estancia y elegir alojamientos sostenibles para minimizar el impacto. No obstante, Divasson advierte que la sostenibilidad en los viajes sigue siendo un privilegio más que un derecho, debido a barreras económicas y de infraestructura que limitan el acceso a estas prácticas más conscientes.

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