En un dinámico y estratégico intento por salvar una legislatura tambaleante, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, envió al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero a Suiza para reunirse con Carles Puigdemont, líder de Junts. La reunión, caracterizada por el secretismo, tuvo lugar en Ginebra y buscaba ablandar la postura de Puigdemont para asegurar su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado. Con un plazo que culmina el 30 de septiembre, el tiempo apremia y el respaldo de los siete diputados de Junts se muestra crucial, dados sus votos determinantes en recientes derrotas parlamentarias sobre la jornada laboral y la oficina anticorrupción.
El encuentro generó una serie de reacciones políticas. Alicia García, portavoz popular en el Senado, interpretó la movida como un signo de debilidad de Sánchez, mientras que la vicepresidenta María Jesús Montero llamó a la «discreción» y destacó el diálogo continuo del Ejecutivo con todas las fuerzas políticas. Desde Sumar, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, valoró positivamente el diálogo. Pese al hermetismo, se especula que las demandas de Junts incluyen el control de la inmigración y el uso del catalán en grandes empresas, cuestiones clave para el independentismo que teme el ascenso de grupos como Aliança Catalana.
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