En 1860, España vio sus primeros destellos de la figura del detective privado a través de un anuncio de prensa que lo presentaba como "policía particular". Esta referencia histórica marca el inicio de una profesión que Óscar Rosa, un detective privado con más de una década de experiencia, busca desmitificar en su libro De Baker Street al Paseo de la Castellana. A través de 316 páginas, Rosa explora la fascinación que rodea a los detectives, desglosando desde el simbolismo de su material de trabajo hasta la influencia de la ficción, que ha creado una imagen romántica y a menudo inexacta de esta labor.
Rosa contrasta la realidad con el mito, destacando que los detectives españoles no portan armas ni pueden investigar delitos como homicidios; además, el ejercicio profesional exige una formación de tres años y está regulado desde 1951. Con unos 1.100 despachos y más de 5.000 profesionales en el país, de los cuales más de un cuarto son mujeres, la actividad de los detectives se encuentra bien establecida. La primera mujer en este ámbito, Carolina Bravo, comenzó su carrera en 1925, una época en la que las mujeres requerían el permiso de un varón para trabajar. En medio de una historia rica y a menudo malinterpretada, Rosa destaca el papel fundamental de los detectives privados en la sociedad contemporánea y la extraordinaria colaboración que mantienen con las fuerzas de seguridad.
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