La guerra comercial impulsada por Donald Trump, con la imposición de aranceles del 20% a productos europeos, está generando una creciente preocupación por sus efectos sobre la economía global. Aunque el presidente de Estados Unidos ha propuesto una pausa de 90 días para facilitar negociaciones, esta tregua no se traduce necesariamente en un avance sustancial hacia la resolución del conflicto. En este contexto, el sector agrario español, clave para la economía del país, se enfrenta a una amenaza inminente, especialmente para productos emblemáticos como el aceite de oliva, el vino y el queso, que podrían ver incrementados sus precios en el mercado estadounidense, afectando tanto a productores como a consumidores.
La situación se complica aún más con las posibles contramedidas de la Unión Europea, que podrían incluir la imposición de aranceles a productos como la soja, vital para la ganadería española, lo que provocaría un encarecimiento de los costes de producción. Ante esta adversidad, la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) ha instado a la UE a proteger los productos agroalimentarios de represalias, argumentando que el sector agrario no debería ser utilizado como pieza de cambio en disputas comerciales. En este entorno de incertidumbre y tensión, la necesidad de un diálogo constructivo se vuelve apremiante, ya que la escalada de medidas perjudica a todos y resalta la vulnerabilidad de los agricultores y ganaderos, quienes ya enfrentan desafíos significativos en un contexto de sequía y competencia desleal.
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