En un marco de tensiones históricas, el pasado lunes marcó un punto de inflexión en el conflicto entre Hamás e Israel con la puesta en marcha del primero de los canjes contemplados en el acuerdo de paz propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump para la Franja de Gaza. Después de 738 días en cautiverio, 20 rehenes han sido liberados por Hamás, mientras que Israel ha excarcelado a cerca de 2.000 presos, un gesto celebrado fervorosamente en las calles tanto de Israel como de la Franja de Gaza. La plaza de los rehenes de Tel Aviv se convirtió en un epicentro de emotivas reuniones familiares, abrazos y videollamadas tras más de dos años de separación forzada.

Este acuerdo, mediado por el Comité Internacional de la Cruz Roja, ha sido valorado políticamente por ambos lados. Para Hamás, representa un triunfo de resistencia contra lo que consideran una campaña de exterminio por parte del Gobierno israelí, mientras que el primer ministro Benjamin Netanyahu lo presenta como una justificación de su firme postura militar en Gaza. En un discurso ante la Knesset, Netanyahu habló de un «tiempo de paz» inminente, reivindicando la fuerza como necesario medio de presión. Por su parte, Donald Trump, exaltó su plan como el renacimiento de un nuevo Oriente Próximo, prometiendo que Hamás será desarmado y que la región verá una era de estabilidad, desestimando silenciosamente las interrupciones de algunos diputados que abogaban por gestos conciliatorios hacia Palestina.

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