La religiosidad entre los políticos en España es un tema complejo que refleja la interacción entre la fe individual y las expectativas sociales. Aunque España es un estado aconfesional desde 1978, muchos representantes políticos, tanto de izquierda como de derecha, muestran afinidad con la Iglesia, participando en eventos religiosos que suelen ser bien vistos por la ciudadanía. Políticos destacados como José Bono y Emiliano García-Page del PSOE, así como Manuel Serrano del PP, han mantenido una relación cercana con las autoridades eclesiásticas, participando en tradiciones religiosas sin que ello implique necesariamente una mejor calidad en su gestión pública. En este contexto, la Semana Santa se convierte en un termómetro para medir la religiosidad de muchos, aunque no todos los representantes comparten el mismo nivel de devoción.
A pesar de la creciente secularización y el aumento del número de ciudadanos que se identifican como ateos o agnósticos, el acercamiento a la Iglesia sigue siendo una estrategia favorable para muchos políticos, especialmente en regiones como Castilla-La Mancha y Albacete. La participación activa en ceremonias religiosas puede ser vista no solo como una cuestión de fe, sino también como una estrategia electoral que refuerza la conexión con un electorado que aún se siente vinculado a los valores cristianos. Sin embargo, a medida que la sociedad avanza hacia un mayor laicismo, la relación entre la política y la religión podría enfrentar desafíos en las próximas elecciones, donde los discursos anticlericales tendrán una mayor fuerza.
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