El regreso de Donald Trump a la escena política se ha materializado rápidamente con la firma de 42 órdenes ejecutivas y la implementación de un conjunto de políticas que prometen un enfoque empresarial en la gobernanza. Su administración ha comenzado por desmantelar importantes organismos de salud pública, como los CDC y la FDA, y ha retirado a Estados Unidos de acuerdos internacionales sobre el cambio climático. Trump ha declarado una emergencia nacional en la frontera sur y ha enviado tropas con la intención de contener la inmigración. Además, ha hecho hincapié en cuestiones de identidad de género, afirmando que solo existen dos: masculino y femenino. Estas decisiones, que pueden parecer drásticas, vislumbran una estrategia de negociación que busca establecer su posición en un escenario ya polarizado.
En medio de este clima de cambios, se ha presentado el proyecto Stargate, un ambicioso plan de inteligencia artificial valorado en 500 mil millones de dólares, que busca superar a competidores como China. Sin embargo, este plan plantea preocupaciones por su conexión con tecnologías de vacunas personalizadas y su potencial impacto en la privacidad de los ciudadanos. Críticas y escepticismo surgen sobre la capacidad del proyecto para cumplir con sus promesas. A su vez, hay indicios de un interés en un control digital sobre la población, lo que abre un debate sobre la ética y la seguridad en la tecnología moderna. La administración Trump, junto con aliados del sector tecnológico, se encuentra en una encrucijada que podría redefinir el futuro del país y sus relaciones globales.
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