En Albacete, una crisis energética ha llevado a los habitantes a una frenética búsqueda de suministros en un bazar de la calle Batalla del Salado. Con la luz apagada, los clientes, provistos de linternas y radios, se amontonan en las estanterías para conseguir lo que puedan antes de que se agoten los productos esenciales. La dueña del negocio, Wili Chin, y su marido, Yong, informan que las ventas han superado todas las expectativas, con la venta de casi 100 linternas y 200 velas en sólo unas horas. Sin embargo, la situación también es complicada, pues a pesar de haber pasado su hora de cierre, no pueden cerrar la tienda debido a la pesada persiana eléctrica.
La inquietud entre los consumidores es palpable, con teorías que apuntan a un ciberataque o incluso a un conflicto armado como causas del apagón. En una gasolinera cercana, la dependienta Amparo Espín ha tenido que cerrar la puerta ante la desesperación de los clientes incapaces de repostar sin electricidad. La escena se repite en otros locales, como en el bar Drinks, donde su camarero, Paco Segovia, destaca la dependencia tecnológica de la sociedad, que ha dejado a muchos sin saber cómo manejarse en esta crisis. A medida que la vida cotidiana se ve alterada por la falta de luz, comerciantes y clientes enfrentan una incertidumbre que podría durar más de lo esperado.
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