El distrito tres de Teherán, en medio de un conflicto armado con Israel, refleja un ambiente desolador y temeroso. Las calles, habitualmente bulliciosas, están desiertas, con solo algunos transeúntes que se cruzan miradas nerviosas, mientras los gatos escarban en la basura. La presencia policial es palpable, acompañada del sonido de explosiones y alarmas, especialmente tras el bombardeo de la televisión estatal el lunes, que dejó tres muertos. Las pocas actividades en la zona se limitan a establecimientos de alimentos, mientras una familia con una bandera iraní aporta un toque de color a la sombría atmósfera.

La situación se ha agravado en los últimos días, provocando que muchos residentes abandonen la ciudad hacia zonas más seguras, lo que ha generado congestiones en las rutas de escape. La violencia ha cobrado al menos 232 vidas iraníes en unos ataques que tienen resonancias de la guerra Irán-Irak en los años 80, reviviendo temores en quienes vivieron dichas experiencias. La incertidumbre en el aire es palpable, y testimonios de personas como Ali, un empresario local cuya actividad comercial se ha paralizado, evidencian el impacto devastador del conflicto en la vida cotidiana de los teheraníes.

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