Las recientes lluvias han traído un optimismo renovado al sector vitivinícola de Castilla-La Mancha, donde se espera que la vendimia de este año arroje una producción superior a la del 2022, cuando la cosecha fue calificada de media tras años de sequías severas. A pesar de algunos daños por pedrisco en ciertas áreas, especialistas de Cooperativas Agroalimentarias afirman que estos fenómenos tienden a ser localizados y no afectan significativamente la calidad general de la cosecha. La buena salud de las viñas y la escasez de existencias en las bodegas sugieren que la próxima campaña podría ser «tranquila», alejada de las tensiones sobre destilación que caracterizaron años anteriores.
Sin embargo, el sector se enfrenta a preocupaciones adicionales que podrían alterar este panorama optimista. Los precios entre viticultores e industriales continúan generando confrontaciones, lo que ha llevado a llamados para que los costos del vino se reflejen en la uva. Además, el posible retorno de los aranceles de Estados Unidos, impulsados por el ex presidente Trump, podría impactar negativamente en el consumo de vino a nivel internacional. Estas tensiones se sumarían a factores sociológicos que afectan las preferencias de los consumidores, en un contexto donde más de la mitad de la producción se destina a la exportación y la caída del consumo podría acentuar la crisis en el sector.
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