En Albacete, un pasado oscuro y olvidado ha comenzado a emerger gracias a la investigación de la enfermera e historiadora Pilar Córcoles. A través de antiguos documentos, especialmente testamentos, se ha descubierto que entre los siglos XVI y XVII, algunos vecinos de la ciudad poseían esclavos, una práctica que, aunque socialmente aceptada, no estaba exenta de controversia. Estos individuos, a menudo capturados en guerras, eran comprados por familias de alto estatus social. Historias como las de Aza, una mujer de origen africano que fue bautizada como María, y Ana y Sebastián, madre e hijo nacidos en la esclavitud, revelan la complejidad de la vida de estas personas que, en muchos casos, eran consideradas casi como bienes muebles.
El trabajo de Córcoles pone de manifiesto detalles significativos sobre la vida de los esclavos, desde su condición de servidumbre perpetua hasta sus ocasionales liberaciones. Ejemplos notables incluyen a Beatriz, quien fue liberada a los 50 años, y Juana de Viena, una niña que llegó a la ciudad como parte de una dote. La historiadora también destaca cómo la relación entre esclavos y sus dueños podía volverse íntima, llegando a encargarse misas en memoria de aquellos que habían fallecido. Esta investigación no solo rescata del olvido estas historias de vida, sino que también ofrece una visión más completa del tejido social de Albacete, desafiando la percepción de que la ciudad carecía de una historia rica y compleja antes del siglo XVIII.
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