Mañana, España celebrará cuatro décadas de su adhesión a la Unión Europea, un período que ha transformado radicalmente su economía. Desde su ingreso en 1986, la economía española ha crecido más de diez veces, con un Producto Interior Bruto que pasó de 169.490 millones de euros a 1,59 billones. Durante estos años, la entrada del país al mercado común, respaldada por fondos de cohesión y el desarrollo de infraestructuras, ha impulsado tanto el comercio exterior como la inversión extranjera. Sin embargo, persisten desafíos estructurales, como el desempleo y la precariedad laboral, que siguen afectando a la población, especialmente a las mujeres.
El contexto actual revela una reducción de la tasa de desempleo, que ha descendido del 21,4% en sus inicios al 11,4%, aunque todavía hay 2,8 millones de desempleados. A pesar de estos avances, expertos advierten sobre la dependencia del sector servicios y la falta de diversificación industrial. Además, persiste la brecha salarial de género y la insuficiente representación de mujeres en roles ejecutivos. La UE ha jugado un papel crucial como ancla en tiempos de crisis, pero se requiere un enfoque renovado para abordar limitaciones estructurales y lograr un crecimiento económico más sostenible e inclusivo.
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