Catherine Connolly se perfila como la nueva presidenta de Irlanda tras un contundente triunfo en las recientes elecciones, según el recuento oficial todavía en curso. Connolly, a sus 68 años, se presentó como independiente en una contienda donde logró un 64,1% de los votos en primera opción, superando por un amplio margen a su principal oponente, Heather Humphreys, representante de la coalición de centroderecha. Humphreys reconoció su derrota y felicitó a Connolly, destacando su compromiso de ser una presidenta para todos los irlandeses. Este resultado marca un golpe significativo para los partidos tradicionales de centroderecha, Fianna Fáil y Fine Gael, lo que deja el camino libre para que Connolly, vinculada a la izquierda irlandesa, asuma el cargo que anteriormente ocupaba el poeta y exministro Michael D. Higgins.
La elección de Connolly no solo refleja un cambio en el panorama político irlandés, sino que también resalta divisiones sociales evidenciadas durante la campaña. Uno de los aspectos más polémicos ha sido el aumento de votos nulos, que alcanzaron un 13,2%, un fenómeno atribuido a ciudadanos que, al inscribir quejas y amenazas en sus papeletas, expresaron su descontento con la falta de opciones políticas. Este hecho deja patente un malestar social que no puede ser desoído, según señaló Ivana Bacik, líder del Partido Laborista. En este complejo contexto, Connolly ha prometido abordar cuestiones internacionales, como el conflicto palestino, y dentro del país, promover un entendimiento más profundo de las diferentes tradiciones religiosas y culturales de Irlanda, en un esfuerzo por fomentar la unidad nacional.
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